viernes, 13 de febrero de 2009

Traducción de la pecora nera de Italo Calvino.


Tenía, desde hace mucho tiempo, las ganas de traducir por segunda ocasión este cuento de Italo Calvino. Y al fin lo hice. Por lo cual, les ofrezco mi traducción.
La oveja negra
Italo Calvino
Había una vez, un pueblo donde todos eran ladrones.
La noche cada habitante salía con las ganzúas y la linterna, e iba a descerrajar la casa de un vecino. Regresaba en la mañana, cargado de cosas, y encontraba la casa desvalijada.
De este modo, todos vivían en concordia y sin hacerse daño, dado que uno robaba a otro, éste a otro y así con todos, hasta que el último le robara al primero. El comercio solamente podía practicarse a través del engaño, tanto por parte de los vendedores como de los compradores. El gobierno era una asociación que se dedicaba a cometer delitos contra sus súbditos, y éstos se las ingeniaban para robarle. De suerte que la vida transcurría sin el menor obstáculo y no había ni pobres ni ricos.
Ora, no se sabe como llegó suceder que en el pueblo se hallase un hombre honesto. La noche, en lugar de salir con el saco y la linterna, se quedaba en su casa a leer novelas y a fumar.
Llegaban los ladrones, veían la luz encendida y no entraban.
Esta situación no duró mucho: después hubo la necesidad de hacerle comprender que si él no tenía la menor intención de hacer algo, no era una buena razón para que no dejara a los demás hacer lo suyo. Cada noche que él no salía a robar, había una casa que no comía el día después.
Ante estas razones, el hombre honesto no podía oponerse. Salía en la noche y regresaba a su casa por la mañana. Pero él no iba a robar, honesto al fin. Iba al puente y veía pasar el agua por debajo. Regresaba a casa y la encontraba desvalijada.
En menos de una semana, el hombre honesto se quedó sin nada, sin algo que comer y con la casa vacía. Hasta aquí poco mal, era culpa suya. Sin embargo, el problema era que dicha actitud originaba todo un desequilibrio. Porque siempre se dejaba robar por alguno pero él no robaba a alguien más, por lo cual siempre había uno que llegaba a su casa y la encontraba intacta, la casa que precisamente debía robar el hombre honesto. Esto ocasionó que aquellos que no eran robados, se volviesen más ricos que los demás y no quisieran seguir robando. Y por otro lado, los que llegaban a la casa del hombre honesto, la encontraban vacía y se hacían más pobres.
Entretanto, aquellos que se volvieron ricos tomaron la costumbre de ir por la noche al puente, a ver el agua que pasaba debajo. Esto aumentó el desorden, porque hubo más que se hicieron ricos y otros más que se volvieron pobres.
Luego, los ricos se dieron cuenta que si iban al puente todas las noches, al poco tiempo se harían pobres. Y pensaron:- Paguemos a los pobres para que vayan a robar por nosotros -. Se hicieron contratos, se establecieron salarios y porcentajes: naturalmente eran ladrones después de todo, trataban de engañarse unos a otros. Pero, como sucede, los ricos se volvieron más ricos y los pobres, más pobres.
Había ricos que no tenían la menor de necesidad de continuar robando y de hacer robar para seguir siendo ricos. Sin embargo, si dejaban de robar, se volverían pobres porque los pobres les robarían. Decidieron pagar a los más pobres de los pobres para que defendieran sus pertenencias de los otros pobres, y así instituyeron la policía y construyeron cárceles.
De tal modo, años después del advenimiento del hombre honesto, ya no se hablaba de robar o de ser robado sino sólo de ricos y pobres. Sin embargo, todos ladrones.
De honestos sólo había sido ese tipo que murió de hambre inmediatamente.

Y aquí está la versión italiana, la original.

C'era un paese dove erano tutti ladri.
La notte ogni abitante usciva, coi grimaldelli e la lanterna cieca, e andava a scassinare la casa di un vicino. Rincasava all'alba, carico, e trovata la casa svaligiata.
E così tutti vivevano in concordia e senza danno, poiché l'uno rubava all'altro, e questo a un altro ancora e così via, finché non si rubava a un ultimo che rubava al primo. Il commercio in quel paese si praticava solo sotto forma d'imbroglio e da parte di chi vendeva e da parte di chi comprava. Il governo era un'associazione a delinquere ai danni dei sudditi, e i sudditi dal canto loro badavano solo a frodare il governo. Così la vita proseguiva senza inciampi, e non c'erano né ricchi né poveri.
Ora, non si sa come, accadde che nel paese di venisse a trovare un uomo onesto. La notte, invece di uscirsene col sacco e la lanterna, stava in casa a fumare e a leggere romanzi.
Venivano i ladri, vedevano la luce accesa e non salivano.
Questo fatto durò per un poco: poi bisognò fargli comprendere che se lui voleva vivere senza far niente, non era una buona ragione per non lasciar fare agli altri. Ogni notte che lui passava in casa, era una famiglia che non mangiava l'indomani.
Di fronte a queste ragioni l'uomo onesto non poteva opporsi. Prese anche lui a uscire la sera per tornare all'alba, ma a rubare non ci andava. Onesto era, non c'era nulla da fare. Andava fino al ponte e stava a veder passare l'acqua sotto. Tornava a casa, e la trovava svaligiata.
In meno di una settimana l'uomo onesto si trovò senza un soldo, senza di che mangiare, con la casa vuota. Ma fin qui poco male, perché era colpa sua; il guaio era che da questo suo modo di fare ne nasceva tutto un cambiamento. Perché lui si faceva rubare tutto e intanto non rubava a nessuno; così c'era sempre qualcuno che rincasando all'alba trovava la casa intatta: la casa che avrebbe dovuto svaligiare lui. Fatto sta che dopo un poco quelli che non venivano derubati si trovarono ad essere più ricchi degli altri e a non voler più rubare. E, d'altronde, quelli che venivano per rubare in casa dell'uomo onesto la trovarono sempre vuota; così diventavano poveri.
Intanto, quelli diventati ricchi presero l'abitudine anche loro di andare la notte sul punte, a veder l'acqua che passava sotto. Questo aumentò lo scompiglio, perché ci furono molti altri che diventarono ricchi e molti altri che diventarono poveri.
Ora, i ricchi videro che ad andare la notte sul punte, dopo un po' sarebbero diventati poveri. E pensarono: - Paghiamo dei poveri che vadano a rubare per conto nostro -. Si fecero i contratti, furono stabiliti i salari, le percentuali: naturalmente sempre ladri erano, e cercavano di ingannarsi gli uni con gli altri. Ma, come succede, i ricchi diventavano sempre più ricchi e i poveri sempre più poveri.
C'erano dei ricchi così ricchi da non avere più bisogno di rubare per continuare a esser ricchi. Però se smettevano di rubare diventavano poveri perché i poveri li derubavano. Allora pagarono i più poveri dei poveri per difendere la roba loro dagli altri poveri, e così istituirono la polizia, e costruirono le carceri.
In tal modo, già pochi anni dopo l'avvenimento dell'uomo onesto, non si parlava più di rubare o di esser derubati ma solo di ricchi e poveri; eppure erano sempre tutti ladri.
Di onesti c'è stato solo quel tale, ed era morto subito, di fame.

No hay comentarios: